Acomienzos de la Edad Moderna, Rabelais, Bacon, Quevedo y otros se burlaroneficazmente de supersticiones tales como la astrología, la cartomancia y lanecromancia. ¡Cómo se sorprenderían si vieran que hoy hay cátedrasuniversitarias ocupadas por charlatanes similares, así como revistas yeditoriales universitarias que publican sus disparates!
Esosviejos autores se escandalizarían si viesen que hoy uno puede doctorarse conuna tesis escrita en la jerigonza incomprensible de una escuela esotérica, talcomo el existencialismo o el deconstruccionismo, o con una diatriba«postmoderna» contra la razón, la ciencia, la técnica o la posibilidad dehallar la verdad, o una disertación en favor del «pensamiento débil», o sea,carente de rigor.
Tambiénles escandalizaría a los fundadores de la modernidad comprobar que hoy hayprofesores que simulan hacer ciencia, cuando de hecho sólo imitan el aspectoexterior de la misma, al par que otros simulan hacer filosofía cuando de hechopractican ideología o incluso mera prestidigitación verbal.
Otroralos impostores intelectuales tenían que ganarse su modesto pasar en la calle,donde sólo embaucaban a los que no podían pagarse una educación universitaria.Hoy pueden cobrar sueldos decorosos y embaucar a jóvenes incautos que asisten acentros universitarios creyendo que van a aprender conocimientos sólidos.
Enotras palabras, en nuestras universidades no sólo hay científicos, técnicos yhumanistas, sino también adversarios y malos imitadores de los mismos. Acontinuación exhibiré una muestra al azar de estos enemigos de ambas clases, yal final diré que medidas creo que hay que tomar para detener esas estafasculturales.
Ejemplo1: La sociología fenomenológica, inspirada en la filosofía fenomenológica deHusserl. Según esta escuela, iniciada por Alfred Schuetz y continuada por los etnometodólogos,no puede haber ciencia social propiamente dicha. No puede haberla porque larealidad social no existe de por sí, sino que es construida por el sujeto. Demodo que, si por mi fuera, no habría guerras ni desocupación. Las consecuenciasmetodológicas son obvias: (a) el científico social no necesita hacer trabajo decampo, y (b) no puede haber verdades objetivas acerca del mundo social ni, porlo tanto, debates racionales sobre lo que sucede y sobre lo que habría quehacer. ¡Qué cómodo!
Ejemplo2: La escuela de Francfort o teoría crítica, síntesis de hegelianismo,paleomarxismo y psicoanálisis. Esta escuela, a la que pertenecieron Adorno, Marcusey Habermas, afirma que la ciencia y la técnica no son sino armas de dominacióndel capitalismo. Consecuencia práctica: quien desee combatir al capitalismodebe empezar por rechazar la ciencia y la técnica. ¡Qué felices serían loscapitalistas si todos sus críticos fuesen tan obtusos como para prescindir delos hallazgos de las ciencias sociales!
Ejemplo3: La teoría feminista radical. El feminismo político es el admirablemovimiento que persigue la emancipación de la mujer. El feminismo académico es laindustria que rechaza todo el conocimiento científico obtenido hasta ahora, porconsiderarlo una herramienta de dominación masculina: la verdad tendría sexo.Algunas empresarias de esta industria sostienen que la ciencia masculina deberáser sustituida por una ciencia femenina (pero aún no se han puesto a la tarea,seguramente porque la guerra contra la «ciencia androcéntrica» les absorbe todala energía). Otras, más radicales, o acaso más perezosas, afirman que todaciencia, empezando por la lógica, es «falocéntrica» y por lo tanto enemiga dela mitad de la especie humana. ¡Desdichadas las militantes que se dejan engañarpor esta industria que desacredita la noble causa feminista!
Hastaaquí tres ejemplos, entre muchos, de anticiencia académica. Hay muchos más. Ynumerosas universidades prestigiosas, como Harvard y la Sorbona, ofrecen cursossobre tales cuentos irracionalistas.
Pasemosahora a la seudociencia académica, o sea, la que se enseña en universidades.Omitiré esta vez el psicoanálisis, la más divertida y lucrativa de lasseudociencias, para no repetirme. No mencionaré sino tres ejemplos extraídos delos estudios sociales recientes.
Ejemplo1: Probabilidades en derecho. Una nueva escuela jurídica norteamericana, nacidahace tres décadas, dice emplear el concepto de probabilidad para medir lacredibilidad de litigantes y testigos, así como la posibilidad de que un juradotome una decisión acertada. Pero la probabilidad propiamente dicha, o sea, lamatemática, es totalmente ajena a los pleitos, porque la probabilidad mide elazar, y los pleitos, por accidentados que sean, no son aleatorios sino que, porel contrario, están dirigidos (bien o mal). En el mejor de los casos, lajurisprudencia probabilista da una apariencia científica a un argumento jurídicoordinario. En el peor de los casos, conduce al error judicial porque las«probabilidades» en cuestión son subjetivas y, por lo tanto, arbitrarias. ¡Ojoa la probabilidad jurídica, porque pone en peligro a la familia, la propiedad yaun la vida!
Ejemplo2: Teoría del caos en politología. La teoría del mal llamado caos está de moda.Tanto que se considera de buen tono hablar de ella aun cuando no se entienda sumeollo matemático (ciertas ecuaciones diferenciales no lineales). Por ejemplo,el conocido politólogo norteamericano James R. Rosenau sostiene que lainestabilidad y turbulencia política son similares a las inestabilidades ytorbellinos de los fluidos, y que satisfacen la teoría del caos. Pero no setoman la molestia de escribir ecuaciones ni, menos aún, de resolverlas ycontrastarlas con datos empíricos. ¡Desconfíese de toda mención de teoríasmatemáticas que no sea avalada por investigaciones matemáticas!
Ejemplo3: Sociología constructivista-relativista de la ciencia. Esta escuela sostieneque todos los objetos que estudia la ciencia, sean moléculas, planetas oenfermedades, son hechos culturales y, más precisamente, construcciones de lascomunidades científicas. Por añadidura, estás construcciones seríanconvencionales. O sea, no habría hechos en sí mismos ni, por consiguiente,verdades objetivas. Más aun, todo enunciado científico, aunque pertenezca a lamatemática abstracta, tendría un contenido social. ¿Pruebas? No hacen falta, yaque la verdad es convencional. Basta que dos o más investigadores (oseudoinvestigadores) negocien un acuerdo para que nazca un hecho científico. Ybasta que venga un grupo rival, más poderosos que el primero, para que dichohecho deje de serlo. ¿Disparate obscurantista que aleja a los jóvenes incautosdel estudio de la ciencia y de la técnica? Desde ya, pero ahora promulgadodesde numerosas cátedras universitarias.
¿Quéhacer ante la embestida de los bárbaros contra la razón y la ciencia? Esta esla pregunta que nos formulamos los asistentes a un simposio internacional quese reunió recientemente en la Academia de Ciencias de Nueva York. Estesimposio, titulado «La huida de la ciencia y de la razón», fue convocado por elmatemático Normal Levitt y el biólogo Paul R. Gross, inquietos ante lacreciente popularidad de la anticiencia y de la seudociencia en lasuniversidades norteamericanas.
Huboconsenso en que es preciso intensificar la crítica racional de todas las modasantiintelectuales y seudointelectuales. Yo fui un poco más lejos y propuse que,además, se adopte la «Carta de los Derechos y Deberes del Profesor» que expongoa continuación:
1. Todoprofesor tiene el derecho de buscar la verdad y el deber de enseñarla.
2. Todoprofesor tiene tanto el derecho como el deber de cuestionar cuanto le interese,siempre que lo haga de manera racional.
3. Todoprofesor tiene el derecho de cometer errores y el deber de corregirlos si losadvierte.
4. Todoprofesor tiene el deber de denunciar la charlatanería, sea popular o académica.
5. Todoprofesor tiene el derecho de discutir cualesquiera opiniones heterodoxas leinteresen, siempre que esas opiniones sean discutibles racionalmente.
7.Ningún profesor tiene el derecho de exponer como verdaderas opiniones que nopuede justificar, ya por la razón, ya por la experiencia.
8.Nadie tiene el derecho de ejercer a sabiendas una industria académica.
9. Todocuerpo académico tiene el deber de adoptar y poner en práctica los estándaresmás rigurosos que se conocen.
10.Todo cuerpo académico tiene el deber de ser intolerante tanto a la anticulturacomo a la cultura falsificada.
Enresumen: tolerancia al error, pero intolerancia a la impostura, sobre todocuando esta es costeada por el contribuyente. Es urgente adoptar semejanteintolerancia, porque los enemigos de la ciencia y de la razón no sólo las estánatacando desde fuera, sino también desde dentro de los establecimientos deinvestigación y enseñanza. Lo hacen amparándose en una libertad académica malentendida. Digo «mal entendida» porque originariamente dicha libertad se ganópara proteger la búsqueda de la verdad, no para impedirla con la consigna «Todovale».
Artículopublicado originalmente en el diario ABC, de España (1998).