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Con-ciencia
pensamiento critico, una necesidad para transformar

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11 de Septiembre, 2009 · Ciencia versus religion

El inicio egeo de la aventura





[Tomado de El burro deSancho y el gato de Schrodinger. González de Alba, Luis. Paidos Amateurs. 1edición 2000, pp. 233-264.]

Anuestra imagen y semejanza

Todos los pueblos antiguoscomenzaron por explicarse los fenómenos naturales atribuyéndolos a serespoderosos e invisibles: dioses, espíritus, enojos y venganzas de fuerzascelestes. Algunos todavía lo hacen. Egipcios y caldeos, chinos y babilonios;después mayas, germanos o navajos, todos explicaron lo natural que no entendían,por lo sobrenatural. Hace 2 500 años, los griegos no ilustrados tampoco fueronexcepción: los rayos tenían por causa la furia de Zeus, así como la de Poseidónera la causa de las tempestades, y era necesario aplacarlos con obsequios; unosdioses se aliaron con Troya y otros con las ciudades griegas durante la guerracantada por Homero.

En todas partes encontramosdioses hechos a imagen y semejanza de sus pueblos: sangrientos en el altiplanode lo que hoy es México, pacíficos donde el pueblo es pacífico, vengativosdonde la ley del padre es la única garantía de supervivencia. Zeus y su esposaHera son celosos como griegos, él la engaña con cuanta joven hermosa yjovencito guapo aparece en los campos llenos de ninfas y sátiros. Ella urdetoda clase de represalias, las organiza en silencio, como buena esposa griega.

Para todos los pueblosantiguos, el mundo era incomprensible salvo como capricho de dioses y espíritussiempre impredecibles. La benéfica crecida anual del Nilo debía suplicarse conanticipación y con ofrendas suficientes. En China y en Persia, en la India y en América, losdioses hacían de las suyas con los humanos. Cuando amanecían de buen humor secontaba con lluvia suficiente y cosechas para esperar los meses de frío, peropor quítame allá esas pajas podían encolerizarse y lanzar plagas contra loscultivos, enfermedades, guerra y hambre contra los seres humanos. Era necesarioadivinarles sus deseos para prevenir los escarmientos.

Primerasregularidades

Aunque no todo parecía uncapricho. Los seres humanos comenzaron a encontrar, por observación,regularidades en la naturaleza. Las más notorias estaban en los cielos: el sol,la luna y las estrellas tenían un comportamiento perfectamente predecible. A suvez, eran dioses en todas las culturas, pero comenzaban a desacoplarse dosnociones: el disco solar en tanto tal y los arrebatos de Ra provocados enocasiones por su vida familiar y ni siquiera por errores de los seres humanos.Datos cotidianos, como el paso del sol de oriente a poniente, recibíanexplicaciones de acuerdo con los usos y costumbres de los pueblos. Era el diossolar viajando entre las riberas del gran río celeste, era carro de fuego, eralo que cada pueblo empleara para viajar.

No sabemos cuándo surgieronlas primeras explicaciones sobre los fenómenos de la naturaleza, pero las másantiguas están basadas siempre en las pendencias entre los dioses y los sereshumanos. De manera paralela, comenzó a desarrollarse en todos los pueblos laobservación: el paso de las estaciones, el perfecto orden de las estrellas y eldesorden en cinco de ellas, que vagaban de aquí para allá por entre lasestrellas fijas, y por lo cual los griegos las llamaron «planitis», quesignifica «vagabundo».

Pero la observación, así seaminuciosa y se acumule por milenios, como en las tablas astronómicas chinas, noproduce nuevo conocimiento: una vez apuntados todos los erráticos movimientosde Venus o de Marte a lo largo de unos años, el trabajo ha terminado. Salvo quealguien se haga otra pregunta: 

«Por qué?» La respuesta puede venir de la fantasía popular y, así, cada pueblotendrá una distinta. Pero si son distintas, ¿no serán todas falsas? ¿Cómocomprobar que alguna es verdadera? En la inmensa mayoría de los pueblos, estasdudas no surgieron nunca. Los cielos y la tierra eran como eran por mandatoexpreso, en cada instante, de algún ser inmortal. La caída de las piedras, laforma de una flor, el aullido de un animal, la tormenta y el rayo: todoencontraba explicación fuera de la naturaleza, en lo sobrenatural. Y cadapueblo atribuye a lo sobrenatural diversas maneras de acción porque lo únicoque requiere es fantasía.

Silos leones dibujaran....

Ahora es fácil aceptar quelos dioses son hechura de sus pueblos, pero fue un filósofo griego el primeroen advertir esta similitud. Xenófanes, cuya filosofía se expresó en grandespoemas épicos, hizo el siguiente escarnio de las creencias populares: «Loshombres suponen que nacen los dioses teniendo forma humana, voces y piel, y sinembargo si los bueyes tuvieran manos, y las tuvieran los caballos y los leonespara poder dibujar como los hombres, los caballos dibujarían a los dioses comocaballos y los bueyes como bueyes.» Esto fue dicho en el siglo VI antes deCristo y en Jonia, nombre griego para la costa oriental del Egeo, hoy turca,donde nacieron los primeros intentos de interrogar a la naturaleza. «Hay unsolo Dios», escribió Xenófanes, «que ni en imagen ni en pensamiento se parece alos mortales».

Arthur Koestler llama alsiglo VI antes de Cristo «el milagroso siglo de Buda, Confucio, Lao-Tsé, de losfilósofos jonios y de Pitágoras». En una hermosa imagen describe un vientoprimaveral que parece soplar desde China hasta la isla de Samos, en el Egeo,despertando la conciencia de los seres humanos.

“En la escuela jónica defilosofía, el pensamiento racional comenzaba a surgir del mundo de los sueñosmitológicos. Era el principio de la gran aventura: la búsqueda prometeica deexplicaciones naturales y de causas racionales que, durante los 2 000 añossiguientes, iban a transformar al hombre más radicalmente que los 200 000 añosanteriores” [Los sonámbulos, p. 22].

A ese amanecer lo llama «lafiebre jónica».

La fiebrejónica

No es menor el entusiasmo deCarl Sagan por el amanecer de la razón en la antigua Jonia. El caos fue, paralos primitivos griegos, lo sin forma. De él surgió el orden: el cosmos. El caoses caprichoso e impredecible, el cosmos regular, por lo tanto puede conocer-se. En palabras de Sagan: «En el siglo VI antes de Cristo, en Jonia, sedesarrolló un nuevo concepto, una de las grandes ideas de la especie humana. Eluniverso se puede conocer, afirmaban los antiguos jonios, porque presenta unorden interno: hay regularidades en la naturaleza que permiten revelar sussecretos» [Cosmos, p. 175].

Descubrir que en el universo había orden y leyesllevó al paso inmediato: tratar de encontrarlas, de comprender lo que llamaron«cosmos», develar sus secretos. Ese fue el paso esencial e indispensable parafundar lo que hoy llamamos ciencia. Primero, una intuición germinal que decía:la naturaleza se comporta con base en regularidades, y éstas proceden de lamisma naturaleza y no de mandatos externos a ella. Segundo, el inmediato afánpor conocer esas regularidades. Así de sencillo, y así de difícil, pues sólohubo una chispa. Su fuego creció durante 300 años, declinó por otros 300, en300 más se apagó por completo y así permaneció durante mil años. Hasta que loshombres del Renacimiento soplaron los rescoldos y la llama revivió.

¿Por qué saltó esa chispa,esa primera intuición germinal, en Jonia y no en pueblos más antiguos? ¿Por quéno en China, India, Egipto, Babilonia o Centroamérica?, se pregunta Sagan,refiriéndose más bien a lo que los antropólogos llaman Mesoamérica. 

«,Por qué no en la India,una cultura muy rica y con dotes matemáticas?», insiste. ¿Por qué ni siquieraen culturas más modernas? Es una buena pregunta que muchos nos hemos hecho y surespuesta es tan insuficiente como cualquier otra. Sagan atribuye el amanecerde la Joniapreclásica al hecho de que las numerosas islas y las quebradas costas que laintegraban produjeron diversidad, comercio, intercambio. Jonia fue un punto decruce para las grandes culturas de Egipto y Mesopotamia.

¿Por qué no?

El río Mississippiconstituye una vía navegable tan rica o más que el Mediterráneo oriental y uniódiversas culturas americanas, ninguna de las cuales es grandiosa. Los mayas,aunque mil años después que los jonios, podrían haber navegado porcentroamérica, Yucatán, parte del Caribe, subido por el Mississippi, pero no lohicieron. Como los hindúes, los mayas tuvieron magníficas matemáticas yobservaciones escrupulosas de los astros, pero ninguno de estos importantespueblos abandonó a sus dioses ni, mucho menos, intentó explicar el mundomediante los números, como había hecho Pitágoras un milenio antes. Los mayaspudieron predecir eclipses solares, pero los siguieron atribuyendo aldevoramiento del Sol por una inmensa serpiente cósmica. Sagan, en ignoranciapasmosa de los tiempos en la historia de México, pero en acto de buena voluntady de corrección política, menciona hasta a los aztecas como un pueblo, entrelos grandes, al que no llegó la luz que iluminó a los jonios. Así es. Pero elnombre no tiene por qué aparecer entre las civilizaciones antiguas, puessabemos que 2000 años después del amanecer de la ciencia en el Egeo, losaztecas, en pleno 1300 de nuestra era, con Atenas ya en ruinas, apenas ibanllegando al Valle de México arrastrando una cultura de cazadores-recolectoressuperada en China 10000 años antes. 10000 años de atraso histórico respecto 

de China no son pocos. Y la mal llamada Conquista, por la que México quedófundado y repoblado, en buena medida se explica porque ninguno de los pueblosamericanos, ni los más elogiados, conocía el hierro, el metal para hacerespadas. Pero, sobre todo, ninguno se había propuesto la tarea iluminadora deinterrogar a la naturaleza.

Comercio hubo, y mucho, enMesoamérica. Hubo diversidad de naciones y de culturas. Hubo rutas decomunicación, inteligencia, arte. Pero no despertó aquí en América ni en Chinani en India el interés por encontrar leyes y orden, por ver al mundo como uncosmos y no como un caos. En consecuencia, no hubo ciencia, y la ciencia es lamadre de la técnica y la técnica es ama y señora de la guerra. Un pueblo sinciencia es un pueblo perdido porque será avasallado más bien pronto que tarde.Así pues, al parecer no queda sino una explicación: para suponer que lanaturaleza tiene regularidades y, por lo tanto, que podemos conocerlas, fuepreciso, en primerísimo término, abandonar a los dioses. Por qué ocurrió eseabandono en la Joniadel siglo VI antes de Cristo y no en otros lugares y otros tiempos, quizá seapara siempre una interrogante sin respuesta.[1]

Tales

Los primeros filósofos, en la Jonia de 600 años antes denuestra era, a los que también llamamos presocráticos porque sentaron las basesdel pensamiento de Sócrates, dieron el paso que fundó la ciencia cuandotrataron de explicar la naturaleza por la naturaleza misma. El agua, el fuego,la tierra, el aire, los números dando estructura matemática al cosmos, segúncada filósofo y su escuela, eran la base subyacente a los fenómenos. Todossiguen citando a los dioses, pero ya no los hacen responsables de los fenómenosnaturales. Están allí, algunos filósofos creen en ellos, otros no, pero noforman parte de la explicación.

Entre los jonios, el másantiguo es Tales de Mileto, nacido en el 625 antes de nuestra era. Son suyaslas primeras especulaciones sobre la realidad física. Propone al agua como laesencia del orden cósmico; calculó el eclipse solar del año 585 antes denuestra era; en Egipto descubrió un método para medir la altura de una pirámidea partir de su sombra. Con él da inicio la organización de la geometría, lacual concluiría tres siglos después con Euclides.

 
Anaximandro

Anaximandro, nacido en el611 antes de Cristo, también fue de Mileto. Amigo joven y colega de Tales, noaceptó, sin embargo, su teoría del agua y propuso un sustrato último de todarealidad, al que llama «arjé», principio; para Anaximandro, los mundos soninfinitos y eternos, sin principio ni fin. Adelantándose veinticinco siglos aDarwin, sostuvo que puesto que los seres humanos no se alimentan por sí mismosen la infancia, debían de provenir de otros animales que sí lo hacen y portanto logran sobrevivir en situaciones en las que un ser humano perece, quetodos debieron de tener su origen en el agua y posteriormente algunos fueronobligados a vivir en tierra, donde pasaron de una forma corporal a otra,llenando así la tierra con toda su diversidad. No es muy diferente lo que ennuestros días propone la biología evolucionista. Observando los cambios diariosen la sombra de una simple vara clavada en el suelo, Anaximandro determinó conprecisión la duración del año. Fue quizá el primer ser humano en no buscar unaexplicación para el sostenimiento de la Tierra en el espacio: no está ni flotando enagua, ni sobre una tortuga. Su idea fue asombrosamente sencilla: la Tierra está en el centroexacto del universo y por ende no hay fuerza alguna que la atraiga. Aunqueahora sepamos que no está ni remotamente en el centro de nada, la idea siguesiendo válida para explicarle a un niño por qué no cae el planeta.

 
El universo de Anaximandro consiste en esferas concéntricas. La más externa esde fuego. Luego viene una opaca a través de cuyos orificios vemos la luz delfuego cósmico; los agujeros mayores son el sol y la luna, las estrellas encambio son pequeños orificios. El modelo, una vez más, es falso y no permiteexplicar los movimientos de los planetas entre las estrellas fijas, pero ya esun modelo mecánico y no una barca en la que el dios solar se pasea de unaribera a otra del firmamento. El modelo mecánico del universo, parecido enmuchos aspectos a los primeros mecanismos, con sus ruedas y engranes, habría dedurar desde Anaximandro hasta 1916, cuando Einstein publicó su teoría generalde la relatividad.

Anaxímenes

Para Anaxímenes, tambiénjonio del siglo VI antes de Cristo, el principio de toda la realidad es elaire. El aire es infinito y se encuentra en eterno movimiento. El aire seconvierte en fuego o se condensa en nubes, cae como lluvia y esa agua setransforma en tierra y luego, con el tiempo, ésta se endurece en piedra. Así escomo ese ciclo acuático explica la multiplicidad de los elementos físicos.Anaxímenes continuó con la idea de las esferas ensambladas, sólo que lasimaginó de cristal y con las estrellas pegadas «como uñas», dice. El sistema deAnaxímenes fue perfeccionado setecientos años después, en Alejandría, por Ptolomeoy habría de durar hasta el siglo XVI de nuestra era, cuando el canónigo yastrónomo Copérnico propuso su sistema.

Poco al sur de Mileto,cruzando apenas un estrecho canal, en la isla de Cos, Hipócrates había fundadopor entonces su escuela de medicina. Entre los pocos fragmentos que nos hanllegado de sus escritos, además del juramento hipocrático, uno está en perfectalínea con la nueva forma de entender la naturaleza: «Los hombres —escribeHipócrates— creen que la epilepsia es divina simplemente porque no laentienden. Pero si llamaran divino a todo lo que no entienden, realmente lascosas divinas no tendrían fin.»

Pitágorascambia el mundo

En la isla de Samos, frentea la costa de Mileto, de la que la separa apenas un estrecho brazo de mar, nacióPitágoras en el año 580 antes de nuestra era. Nos dio dos palabras inmortalesaún empleadas en todos los idiomas: «cosmos», mundo organizado y coherente, ynada menos que «filosofía», amistad por la sabiduría. Los pitagóricos seenamoraron de los números; veían en las matemáticas la realidad perfecta de laque las apariencias percibidas no son sino un imperfecto reflejo. Lasdemostraciones matemáticas, para ellos, eran atisbos al mundo perfecto.Probaron que si bien existe un número infinito de polígonos regulares, sólo haycinco cuerpos tridimensionales: los llamados sólidos regulares, cuyas caras sonel mismo polígono regular. Fundaron una iglesia y se llenaron de ritos secretosy prohibiciones insólitas, como la de comer alubias o la de revelar a las personas comunes laexistencia del quinto sólido, el dodecaedro, formado por doce pentágonos.Vieron en la esfera una figura perfecta y la hicieron modelo para el perfectomundo de los cielos. No tuvieron peor crisis que el descubrimiento de un númeroque no se podía expresar como dos números enteros formando un quebrado: la raízcuadrada de 2. Para agravar esta anomalía en el perfecto mundo de los números,el descubrimiento se había hecho al aplicar el teorema llamado precisamente «dePitágoras»: que la suma de los cuadrados de los lados más cortos de untriángulo recto es igual al cuadrado del lado más largo. Cuando aplicaron estedescubrimiento al más perfecto de los triángulos, que era el formado por doslados con valor 1 (siendo este número 1 cualquier unidad), descubrieronaterrados que la solución al teorema, o sea la medida del lado más largo ohipotenusa, debía ser la raíz cuadrada de 2, y este número no podía expresarsecomo razón de dos números enteros, como un quebrado. Dada la fascinación de lospitagóricos por los números enteros, su edificio filosófico parecíatambalearse. Este fue otro descubrimiento que escondieron, aunque por la razóncontraria a aquella por la que habían ocultado el dodecaedro.

Esa misma fascinación de lospitagóricos con los números enteros los llevó a hacer notables descubrimientosmusicales al subdividir, en segmentos determinados por proporciones enteras,las cuerdas de una lira. Fueron éstos los primeros experimentos con lasarmonías musicales. Era una prueba más de la armonía universal determinada porlos números.

Pitágoras propuso que la Tierra era redonda, con loque establecía las bases de lo que unos tres siglos
después sería el sistema heliocéntrico de Aristarco, según el cual el Sol es elcentro del universo, no la
Tierra. Pitágoras
hizo la propuesta en parte por suadmiración a la forma geométrica que llamaba perfecta, pero también, como buencientífico, por observación. El mundo griego fue de marinos, y era notoria lamanera peculiar en la que desaparecían los barcos en el horizonte: no se ibanempequeñeciendo hasta desaparecer, sino que parecían bajar una colina: primerodesaparecía el casco bajo las aguas, luego las velas, y había un últimoinstante en el que sólo era visible la punta más alta de la vela blanca. Elfenómeno se repetía, a la inversa, con la llegada de un barco: tampoco se ibahaciendo visible desde un punto en el horizonte, sino que aparecía primero lapunta más alta de la vela, luego lo demás parecía emerger de las aguas. Denuevo, como si saliera tras de una colina. Esa colina era la redondez delmundo. No le costó mucho trabajo a Pitágoras plantear que no podía ser unsegmento de esfera, sino una esfera completa.

La idea pitagórica de unmundo perfecto del que éste sólo es reflejo fue recogida, más de cien añosdespués, por Platón, y de Platón pasó a la Iglesia cristiana primitiva. Cuando Galileodescubrió con su pequeño telescopio que la Luna tenía montañas, ya en pleno Renacimiento,hace unos cuantos siglos, el dato causó conmoción porque se encontraba porprimera vez un cuerpo celeste que no era perfecto. Resultaba particularmentegrave porque Platón había ingresado a la Iglesia por la vía de san Agustín. Así que laperfección de las esferas celestes ya no era un asunto sólo de astronomía, sinode fe.

Heráclito

Heráclito, nacido en el año576 antes de Cristo, en Éfeso, poco al norte de Mileto sobre la costa jónica,propone el extremo opuesto al eterno permanecer de Parménides. «Todo cambia»,«Nadie se baña dos veces en el mismo río», la realidad fluye siempre, comofluye un río, y es por tanto siempre nueva. El universo surge por la oposiciónde contrarios: luz y tinieblas, paz y guerra, justicia e injusticia, comienzo yfin, son todos parejas de contrarios; «es una armonía de tensiones opuestas»,lucha de contrarios, pero también es síntesis que une los contrarios como en laesfera se unen el principio y el fin. «La naturaleza ama los contrarios, y escon ellos, y no con los semejantes, como produce la armonía.» En el siglo XIX,Hegel habría de dar nueva forma al pensamiento de Heráclito en ladialéctica. Pocas décadas después de Hegel, Marx y Engels harían de ladialéctica su herramienta de análisis para desmenuzar la economía y lahistoria. Hoy la física cuántica nos informa que la materia se produce siempreen pares opuestos: una partícula de materia y una de antimateria entran porinstantes a la realidad y vuelven a la nada en una danza que llena todo elespacio, aun el más vacío y donde la temperatura sea el cero absoluto.Heráclito dejó de especular sobre la esencia del ser y descubrió que lo únicoconcreto era el devenir, el cambio.

Parménides

Parménides es uno de losprimeros filósofos de importancia que no son jonios. Nació en Elea, ciudadgriega del sur de Italia, la llamada Magna Grecia, en el año 540 antes deCristo. Es el fundador de la escuela eleática sobre las enseñanzas dejadas porXenófanes. En un extenso poema titulado La naturaleza, del que hanllegado a nosotros tan sólo fragmentos, sostiene que el ser es eterno, inmóvily sin cambio, perfecto como una esfera indestructible, que los cambios ymutaciones del mundo son mera opinión transmitida por nuestros sentidos. Sudiscípulo más famoso es sin duda Zenón de Elea, quien, siguiendo la doctrina desu maestro, con la conocida paradoja de Aquiles y la tortuga quiso demostrarque el movimiento no existe. En una carrera a campo traviesa, el veloz Aquilesda una pequeña ventaja a la lenta tortuga. Esa ventaja bastará para que Aquilesjamás la alcance y la tortuga llegue triunfante a la meta. Nos dice Zenón quecada vez que Aquiles llega a donde estaba la tortuga, ésta ya ha avanzado unpoco; cuando de nuevo Aquiles llega a ese punto, la tortuga avanzó más, y asíhasta el infinito. Otra forma de la paradoja es la siguiente: si disparo una flecha ésta nunca llegará al blanco. El razonamiento es así de impecable: entreel inicio y el final del recorrido hay una recta, formada por puntos sucesivos;siempre entre dos puntos cualesquiera puedo encontrar otro intermedio y dividirasí el espacio una y otra vez hasta el infinito. Por lo tanto, los puntos entreel inicio y el final son infinitos y el tiempo requerido para recorrerinfinitos puntos será infinito. Si todos vemos que las flechas llegan y loscorredores veloces pasan a los lentos, es porque tal es la opinión de nuestrosfalaces sentidos.

La paradoja no pudo serresuelta por los matemáticos sino hasta el siglo XIX.

Anaxágoras

Anaxágoras nació al comenzarel siglo V antes de nuestra era, en el año 499. Fue el primer filósofo que seinstaló en Atenas, donde fue maestro de Pericles. En 434 debió abandonar dichaciudad, acusado de impío, y volvió a Jonia. El sustrato del universo es el nous,la inteligencia, la mente, sostuvo Anaxágoras. El nous es infinito,puro, único. La mente infinita rige lo que es, lo que fue y lo que será.Postula que los cambios observables en la realidad son el resultado de laagregación y desagregación de elementos; así se anticipé a la teoría atómicamoderna por la cual sabemos que los diversos elementos de la naturaleza(hidrógeno, helio, carbono, hierro, oro...) se forman por simple agregación ydesagregación de elementos, en este caso de electrones. Dijo que el sol, laluna y las estrellas eran grandes piedras en llamas y en movimiento circular.Fue uno de los primeros en señalar que nuestros sentidos no eran confiables yen consecuencia no podían alcanzar el conocimiento de la verdad, pero admitíaque podemos llegar a ella por el conocimiento parcial que nos dan las cosasvisibles. Es ésta la gran duda que permeará toda la filosofía hasta nuestrosdías: ¿cómo podemos comprobar que una afirmación es verdadera? Esta es la mismapregunta de Hilbert, y ya vimos en el capítulo anterior cuál fue la respuestade Gödel.

Protágoras

Protágoras, ya plenamentedel siglo y antes de Cristo (pues nació en el año 485), al parecer el primerfilósofo en cobrar por sus lecciones, nos dio también la síntesis delhumanismo: «El hombre es la medida de todas las cosas: de las existentes queson, y de las inexistentes que no son.» Otro más que, acusado de impiedad,debió abandonar Atenas. Protágoras prepara a Grecia para la llegada deSócrates.

Empédocles

La fiebre jónica, paraseguirla llamando con la hermosa expresión de Arthur Koestler, en 150 años seextendió por todo el Mediterráneo y llegó a las colonias griegas de Sicilia,donde en el 483, y en Agrigento, nació Empédocles, el médico a quien debemosuno de los primeros experimentos, en el pleno sentido moderno de la expresión.Todos hemos observado que cuando metemos un popote[pitillo. Ed.] en agua y lo sacamos, sale vacío. Pero si, luego demeterlo, tapamos el orificio superior con el dedo gordo y sacamos el popote, el agua sigue misteriosamente detenida en suinterior. Basta con separar el dedo un poco para que el agua caiga. Los niñosdescubren este comportamiento de los líquidos en sus refrescos y se baten manosy ropa jugando a beber por el extremo inferior de un popotelleno. Si, por el contrario, tapamos con el dedo desde antes de sumergir el popote, el agua no entra. Así demostró Empédocles laexistencia del aire, que, por raro que nos parezca, no era ninguna evidencia.Que existiera y nos rodeara una sustancia material pero invisible, sin olor nisabor, resultaba una idea descabellada que algunos filósofos habían sostenido sincomprobación. De manera clara, un experimento ahora demostraba que si el aguano entra cuando tapo el extremo superior del tubo y lo sumerjo, es porque algohay dentro del tubo que lo impide. La respuesta de Empédocles era la correcta yprobaba así la existencia del aire. En su experimento, Empédocles no utilizómás que un instrumento de cocina cuyo funcionamiento nadie podía explicar: la klepsidra.«Kleptis» significa ladrón; «idra», agua: ladrón de agua. La klepsidra esuna esfera con perforaciones en el fondo y un tubo en lo alto. Al sumergirla,se llena de agua. Al sacarla con el tubo superior tapado, el agua no cae.

Al aire recién demostrado,Empédocles añadió el agua, el fuego y la tierra para explicar toda la infinitavariedad de la naturaleza terrestre y celeste. A él debemos también una ideaque Darwin habría suscrito con gusto: dijo que en otras épocas había existidomayor variedad de seres vivientes, pero muchos de éstos «debieron haber sidoincapaces de generar y continuar su especie, porque en el caso de todas lasespecies existentes, la inteligencia, el valor o la rapidez las han protegido ypreservado desde los inicios de su existencia». Esta es exactamente la idea dela selección natural y la adaptación al medio, hoy comprobada miles de veces.

Demócrito:los átomos y el vacío

Podemos terminar este repasocon Demócrito, aunque haya nacido en el 460 antes de Cristo, diez años despuésque Sócrates. A Demócrito debemos el concepto y el término «átomo»: propone losátomos como el último elemento de la naturaleza. Son el último porque son yaindivisibles, de allí su nombre: a-tomo. La «a» es partícula negativa,como en «afónico», sin voz; «arrítmico», sin ritmo. Y «tomo» viene de«tomé»: corte, como en «tomografía»: imagen en corte. El español ha formado unaexpresión semejante a partir del latín: «in-dividuo», el no dividido, persona.En griego moderno, «átomo» es persona o individuo. Cuando vaya a Grecia, en elhotel le preguntarán a usted, si va solo: «Ena átomo?» No están hablando defísica nuclear: le preguntan si desea cuarto para una persona. Por susposiciones y formas, los átomos de Demócrito dan origen a los cuerpos físicos.El átomo y el vacío son las únicas realidades. Hemos llegado a la perfectaexplicación materialista. Átomos y vacío: materia y nada. Sólo eso forma eluniverso.

Aristóteles

Con el nacimiento deSócrates, en el 470, termina la primera etapa de este amanecer de la razón, lafiebre jónica. Un joven discípulo suyo, Platón, formaría a su vez, al llegar aviejo, al hombre al que podemos considerar el primer científico, en el sentidoplenamente moderno del’ término: Aristóteles. Nacido 85 años después deSócrates, ya bien adelantado el siglo Iv antes de Cristo, en el año 384,Aristóteles estudió la 1 caída de los cuerpos, el movimiento, el espacio, eltiempo, el cambio en las trayectorias de los cuerpos; tamizó barro seco enbusca del origen de los sapos y de- mostró que no los producía el calor delsol, como se afirmaba entonces, sino diminutos huevecillos pues- tos por animalessemejantes, por lo que concluyó que todo animal procedía de otro semejante.Ahora nos parece obvio, pero entonces no lo era. Fundó la lógica, la física, lametafísica, la biología, la estética, la retórica, la moral, la poética, lapsicología, la política, la economía, y acabó siendo hasta el padre de lateología cristiana a través de santo Tomás de Aquino. Tanto la Iglesia católica comotodas las demás Iglesias cristianas sostienen el concepto aristotélico de«motor inmóvil» como la causa final y eficiente del universo; en otraspalabras, Dios.

Laastronomía pitagórica

Los pitagóricosdesarrollaron la astronomía hasta un punto sólo comparable al que Copérnico yKepler redescubrirían 18 siglos después. Si Pitágoras había dicho, siglosantes, que la Tierraera esférica, Filolao fue el primero en plantear que se movía. Giraba, dijo, entorno de un punto del espacio y describía un círculo en 24 horas. Esemovimiento real producía el aparente paso de los astros por el cielo. Elsistema poseía complejidades innecesarias, así que otro pitagórico, alumno dePlatón, Heraclides del Ponto, hizo más sencillo el movimiento de la Tierra poniéndola a girar,ya no en torno a un punto externo, sino sobre su propio eje. Eso explicaba losmovimientos diarios de los astros, pero no los anuales. Conforme pasan losmeses, los grupos de estrellas que llamamos constelaciones cambian en lentasucesión, hasta que algunas dejan de ser visibles. Sólo permanecen todo el añovisibles las constelaciones más cercanas al norte celeste. Luego, lasdesaparecidas regresan por la misma época del año.

Losmovimientos celestes

No había ninguna explicaciónpara ese movimiento anual del cielo, pero el nuevo sistema de pensamientoprohibía conformarse con alzar los hombros y murmurar que eran cosas de losdioses o la voluntad de un dios único. Debía encontrarse una explicaciónmecánica, con ruedas, esferas, engranes. Y no sólo para los cambios anuales enlas constelaciones visibles, sino para movimientos aun más extraños: los decinco estrellas brillantes que parecían ir y venir a su antojo entre lasestrellas fijas. Una noche estaban entre estas dos estrellas. A la siguiente yalas habían rebasado. Corrían apresuradas un tiempo, luego se detenían en algunaconstelación, sólo para emprender una marcha en sentido contrario, haciaestrellas por las que ya habían pasado. Venus era la más caprichosa de todas,pues aumentaba notoriamente de brillo, como si se aproximara, y luego parecíaalejarse. Siempre cercana al sol, una temporada era estrella vespertina y enotra pasaba por enfrente o por atrás del sol y se convertía en lucero de lamañana. Heraclides propuso una solución: las dos estrellas que tenían esecomportamiento, Mercurio y Venus, debían de ser satélites del Sol. Así pues, la Tierra estaba en el centrodel universo, con el Sol girando en torno a ella, pero Venus y Mercurio girabanen torno al Sol y luego, siguiéndolo, daban vueltas a la Tierra. Estabaandada la mitad del camino para el sistema heliocéntrico que hoy todosadmitimos.

Aristarco

Fue Aristarco de Samos quiencompletaría el sistema heliocéntrico. Se cree que nació, significativamente, enel mismo año en que murió Heraclides, el 310 antes de Cristo. La única de susobras que ha llegado a nosotros no es la más importante. En su obra principal,conocida por referencias de Arquímedes —su contemporáneo y el inventor másprolífico de la antigüedad— sostiene que el Sol, y no la Tierra, es el centro deluniverso, y que no sólo Mercurio y Venus giran en torno a él, como ya habíadescubierto Heraclides, sino también los demás planetas: Marte, Júpiter ySaturno, y también la propia Tierra. Una referencia de Plutarco es clara alrespecto, asegura Koestler, así que no hay duda alguna en cuanto a que elsistema heliocéntrico fue no sólo propuesto por Aristarco, sino conocido ydifundido. Pero la humanidad habría de olvidarlo durante casi 2 000 años. Esemovimiento anual en torno al Sol explicaba de manera elegante y sencilla tantoel cambio en el aspecto del cielo en una noche de invierno y una de verano, comolos extravagantes vagabundeos de las cinco estrellas móviles. Simplemente, alestar la Tierraen diversas posiciones de su órbita anual en torno al Sol, vemos un diferentetelón de fondo. Es como correr trazando un círculo: 

el paisaje frente a nuestros ojos va cambiando, pero al volver al punto departida es de nuevo el mismo.

Eratóstenes: lamedición del planeta

Llegamos a lo que podría serel momento más deslumbrante de la ciencia antigua. En el Egipto helenizadonació Eratóstenes. Hacia mediados del siglo III antes de Cristo llegó a serbibliotecario de la más famosa biblioteca de la historia, la de Alejandría.Allí leyó alguna vez un documento antiguo en el que se anotaba la curiosaobservación de que en una ciudad muy al sur llamada Siena había un pozo dondeel día más largo del año, y sólo en esa ocasión, el sol se reflejaba en el aguadel fondo, pues sus rayos caían perpendiculares a la Tierra. Ese mismo día,cuando el disco solar estaba más alto, los objetos no proyectaban sombra.

Aquello era muy extraño,pues en esa fecha —la del solsticio de verano, bien determinado por todos lospueblos agrícolas y por supuesto un dato constante en los cálculos deEratóstenes, matemático, geógrafo, filólogo y astrónomo— en Alejandría losobjetos sí proyectan sombra, aunque es la más corta del año entero. Laexplicación, se dijo el geógrafo, es la superficie terrestre: si fuera plana,no habría diferencia entre las sombras proyectadas por objetos el mismo día y ala misma hora. Si la hay y además aumenta conforme más al norte vamos, esporque se trata de una superficie curva. Imaginemos una pelota de hule conalfileres clavados en ella, todos dirigidos hacia el centro. Al colocarlafrente a un foco, los alfileres más cercanos a la fuente de luz no daránsombra; pero ésta será progresivamente larga conforme se alejen del foco.

Eratóstenes mandó medir ladistancia entre Alejandría y Siena: era el equivalente de 800 kilómetrosactuales. Después clavó dos estacas siguiendo una plomada, una en Alejandría yla otra en Siena. Luego esperó la llegada del siguiente solsticio de verano. Almediodía, cuando al sur los objetos no proyectaban sombra, midió la sombra enAlejandría. Por una operación geométrica muy sencilla, Eratóstenes podíaobtener el valor de una circunferencia con sólo conocer el ángulo proyectadodesde el centro y el segmento de arco que subtiende al ángulo. Si las estacasse prolongaban hasta el centro de la Tierra, ¿qué ángulo formarían? Faltaba ese dato, pues el arcoya lo conocía: eran 800 kilómetros. Un teorema de Euclides, el 29 del libro 1,demuestra que «una línea recta que corta dos líneas rectas paralelas haceángulos alternos iguales uno al otro» [véase la figura 10.1].

FIG. 10.1

Euclides había avanzado,para esa prueba, desde el teorema 15, que prueba la igualdad de ángulosopuestos por el vértice [véase la figura 10.2]. Y luego, por los teoremas 27 y28, demostró el 29.


Eratóstenes tenía susparalelas, los rayos del Sol, y una línea recta que las corta: la estaca deAlejandría proyectada hasta el centro de la Tierra. De acuerdo conEuclides, bastaba pues con medir el ángulo formado por la estaca de Alejandríay la línea entre su punta y la punta de su sombra para conocer el ánguloformado por ambas estacas en el centro del planeta [véase la figura 10.3].

Eratóstenes realizó lamedición de la línea formada por la sombra al caer: eran siete grados. Estosignificaba que el ángulo formado por la prolongación de las estacas hastael centro de la Tierraera también de siete grados. El círculo completo tiene 360 grados, así quesiete grados caben 51 veces en un círculo. Pero esos siete grados de círculoeran 800 kilómetros.Estos 800, multiplicados por 51, son poco más de 40000 kilómetros: lacircunferencia de la Tierramedía 40000 kilómetros. Ahora sabemos que el resultado es correcto.Por tanto, concluyó, se puede llegar a la India navegando desde España hacia el oeste. Ladistancia siempre será menor de 40000 kilómetros.

Así fue como, unos 250 añosantes de nuestra era, Eratóstenes midió la circunferencia de nuestro planetasin otro equipo que dos varas clavadas en ciudades distantes, la medición desus sombras proyectadas en Alejandría y en Siena, del alto Egipto, y, lo másimportante, el equipo intelectual de la geometría de Euclides. Este es uno delos más bellos momentos del pensamiento humano y no existe nada comparable enotras regiones. No porque hayan sido habitadas por pueblos más tontos, sinoporque nunca abandonaron las explicaciones religiosas.

Alejandría se convirtió enel centro del mundo mediterráneo. Hacia el año 128 antes de Cristo, Hiparco deNicea descubrió y calculó la precesión de los equinoccios y su ciclo de 26 000años; propuso que las estrellas fijas también se desplazan aunque no alcanceuna vida humana para comprobarlo, y que acaban muriendo. Fue también el primeroen catalogar las magnitudes de las estrellas.

Además de Eratóstenes eHiparco, en Alejandría trabajaron Euclides, construyendo el edificio de sugeometría, en la que se formarían Kepler, Newton y Einstein; Dionisio deTracia, quien hizo por el lenguaje lo que Euclides por la geometría, segúnrecuerda Sagan en Cosmos; Herófilo, el fisiólogo que demostró que elcerebro era la sede de la inteligencia; Herón de Alejandría, autor de la obradenominada Autómata, donde por primera vez se habla de robots, einventor de aparatos movidos por vapor y engranes; Apolonio de Perga, elmatemático que estudió las secciones cónicas (elipse, parábola e hipérbola);Arquímedes, el mayor genio inventor de la antigüedad, y descubridor del principiopor el que un barco de acero flota.

600 años después, hacia el400 ya de nuestra era, cayó el telón sobre la prodigiosa fiebre de conocimientodespertada en Jonia. Había durado mil años. Habrían de pasar otros mil años,éstos de silencio en el ámbito de la razón, hasta el Renacimiento italiano,para que volviéramos al punto donde nos habíamos quedado. Un largo milenio deparéntesis.

Elamanecer egeo

Cuando los filósofos de laantigua Jonia se dieron a la sorprendente labor de querer explicar el mundo porel fuego, el aire, la tierra, el agua o los números, dio inicio el amanecer dela razón humana. Los dioses o un dios único podían seguir existiendo, pero lascausas de los fenómenos naturales estaban en la naturaleza. Zeus lanzando rayospor su furia estaba bien como explicación para el hombre inculto; el sabio, elfilósofo, debía encontrar una explicación natural. Así nació ese intento deresponder las grandes preguntas al que ahora llamamos ciencia, aunque losantiguos lo llamaron simplemente filosofía, amistad con la sabiduría. No eraalgo que necesitáramos para comer, pues para ello nos bastaba el saber cómo ycuándo las divinidades de cada pueblo hacían las cosas. Pero llenó otranecesidad tan imperiosa como el hambre: la de conocer las explicaciones últimasde las cosas por métodos de pensamiento que cualquiera pudiese seguir. Paraaceptar como explicación de los rayos a Zeus era indispensable creer en él ypor lo tanto ser griego. Para atribuirlos al castigo del dios único que habíaprometido enviar a su hijo a redimir el mundo era preciso ser parte del pueblode Israel, En cambio, cualquiera podía seguir las explicaciones de Aristótelesacerca de los huevos de rana que incuban en el lodo tibio. Por encima de lascreencias religiosas de cada lector se abría paso el método de Aristótelesbuscando causas naturales a los efectos observados. Por eso se lo llama elFilósofo, con mayúscula, y fue fundamento de la ciencia árabe y lecturaobligada en la Iglesiade Cristo desde santo Tomás de Aquino. Aristóteles, como después Galileo,Newton o Pasteur, puede ser seguido hasta sus menores detalles por el budista,el cristiano o quien no tenga creencias religiosas.

Y con toda la grandeza deAristóteles, el paso más formidable en la independencia del pensamientocientífico respecto de las preguntas cotidianas que le dan origen es quizá elque dio Euclides. Es verdad que los seres humanos, con la invención de laagricultura y la posesión privada de terrenos, necesitaron técnicas demedición: geometría, en una palabra. Pero la axiomatización creada por Euclidespara levantar la geometría paso a paso, teorema por teorema, rebasa con muchoel afán de encausar polémicas entre vecinos con terrenos colindantes: lageometría de Euclides es una catedral fulgurante del pensamiento abstracto. Yano importa si Euclides nos enseñó a medir terrenos; nos enseñó a pensar.

La semilla griega, cuidadapor los árabes tras la caída del imperio romano y del mundo clásico, germinó enla época que, por eso mismo, llamamos Renacimiento. Inicialmente en Italia;luego, cuando la libertad de pensar y opinar trajo la gran escisión religiosadel protestantismo, la ciencia salió del mundo mediterráneo en busca detolerancia. La encontró en países del norte que se habían ido sumando al protestantismo.Copérnico, Kepler y Galileo eran editados en la Holanda protestante y suslibros introducidos de manera subrepticia a los países católicos, dondeestuvieron prohibidos hasta el siglo XIX. Por tal razón, en 200 años laproducción científica pasó de Italia y el mundo mediterráneo a Inglaterra,Holanda, Alemania y dondequiera que se pudiera decir, sin arriesgarse a latortura y la muerte, que la Tierra gira alrededor del Sol y no a la inversa.

La ciencia y la libertad decomercio produjeron, hace apenas tres siglos, la revolución industrial. Estanueva manera de fabricar mercancías, basada en técnicas como la caldera devapor, surgidas al descubrir leyes naturales, orden bajo el caos de lasapariencias, trajo riqueza y el mundo quedó dividido como ahora lo vemos: entrelos países que continúan la tradición jónica de interrogar a la naturaleza, ylos que debemos comprar lo que en aquéllos se produce. La actual toleranciahacia el pensamiento científico en los países sin esa tradición ha llegadodemasiado tarde: no es siquiera la tortuga la que lleva ventaja, sino el velozAquiles, y somos nosotros quienes debemos alcanzarlo.



[1] Tras revisar las pruebas de estelibro leí una respuesta asombrosamente erudita y perspicaz: se trata de lafascinante visión acerca de los últimos 13000 años de historia, desplegada conrigor y pasos precisos por Jared Diamond en Guhs, Germs and Steel [NuevaYork: Norton, 1999}.

 

publicado por preguntasimp a las 22:30 · 2 Comentarios  ·  Recomendar
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Increíblemente fascinante el viaje a través del tiempo. Claramente escrito para quellos que lo necesitan
publicado por qcchhoo, el 26.12.2009 20:10
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publicado por Stacie, el 29.07.2011 12:17
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